Deja ya la pereza y acciona

Muchos creen que la suerte es un dado lanzado al aire, pero los antiguos sabían algo distinto: la suerte se encuentra en el cruce entre la preparación y el instante.

¿Qué es la suerte?

Los griegos la llamaban Tyché, la diosa del azar y la oportunidad. Los romanos la representaban como Fortuna, con los ojos vendados y una rueda en sus manos: hoy arriba, mañana abajo.
La suerte, entonces, no es estable ni predecible, pero sí es cierta: tarde o temprano pasa frente a cada uno de nosotros.

El problema no es si existe la suerte, sino si estamos listos para reconocerla cuando aparezca.

Los estoicos decían que no controlamos lo que el destino nos trae, pero sí controlamos cómo llegamos a ese encuentro. Epicteto lo resumía con claridad: “No son las cosas las que nos afectan, sino cómo las interpretamos”. De igual manera, la suerte puede pasar frente a nuestros ojos sin reconocerse, si no hemos cultivado la mirada para verla.

👉 Heráclito enseñaba que nadie se baña dos veces en el mismo río: las oportunidades fluyen como el agua, irrepetibles. Pero sólo quien se prepara tiene la fuerza para sumergirse en ese cauce.
👉 Aristóteles hablaba de la areté (virtud) como hábito de excelencia. ¿Qué es la suerte sino el momento en que esa excelencia, entrenada en silencio, encuentra el espacio para manifestarse?

Mirá a quienes la historia recuerda:

• Oprah Winfrey, convertida en símbolo de resiliencia, ya había templado su carácter en la adversidad antes de que la televisión la señalara.
• Michael Jordan, más que un jugador afortunado, fue un hombre que hizo de la disciplina un destino.
• J.K. Rowling, antes de ser publicada, ya había aprendido a sostener el rechazo sin rendirse: su suerte fue el instante en que la perseverancia se encontró con un editor dispuesto.

En todos los casos, la suerte no fue azar, fue encuentro.

Filosofía de estar en el camino

Ponerse en el camino de la suerte no significa esperar pasivamente. Significa caminar con constancia, como el filósofo que recorre la via (camino) hacia la sabiduría.
La suerte, como la virtud, no llega a los distraídos, sino a quienes han aprendido a sostener la mirada en medio de la incertidumbre.

Quizás, entonces, la verdadera cuestión no es:
👉 “¿Tendré suerte?”
sino
👉 “¿Seré digno de la suerte cuando se presente?”

La suerte no se persigue. Se provoca con disciplina, paciencia y coraje. Y cuando llega, no parece un milagro: parece el desenlace natural de un camino recorrido con sentido.